domingo, 3 de julio de 2016

Polemica J. A. Miller - Horacio Etchegoyen: Psicoanálisis. (Buenos Aires)

Comparto escritos del debate sobre el Psicoanális que se realizo en Buenos Aires a fines del 2000:

En 1996 Horacio Etchegoyen es presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y Jacques-Alain Miller lo es de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Por iniciativa de la revista Vertex, los presidentes de ambas asociaciones se encuentran por primera vez para hablar del psicoanálisis; de su pasado, marcado para siempre por la salida de Lacan de la IPA; de su presente, que soñaba con hacer compatible la presencia creciente de la enseñanza de Lacan en la IPA con las neurociencias, que prometían encontrar en el cerebro la confirmación de las intuiciones freudianas.

 Además de referirse al pasado y contemplar el presente, los presidentes presagian el porvenir. Etchegoyen vaticina un reordenamiento de la divisoria de aguas, un reacomodamiento del pensamiento psicoanalítico con mayores acercamientos y mayores confrontaciones entre la IPA y los lacanianos. Miller propone intentar poner punto final a un período de historia organizativa del psicoanálisis que estuvo marcado por una censura “impresionante, increíble, eclesiástica, hacia Lacan de parte de la IPA”.





Las cartas de J. A. Miller

¿Reunificación en el psicoanálisis?
Juan Carlos Capo

Jacques Alain Miller despierta, se encoleriza y polemiza en el 2001, año del vigésimo aniversario de la muerte de su suegro, el analista francés Jacques Lacan. Y sostiene que "El impresionante éxito de un Lacan le valdría un lugar en la teoría de los impostores."

Los oponentes no se ahorraron injurias hacia Lacan: "falso profeta", "impostor" y otras lindezas por el estilo le fueron -le son aún, enrostradas. Esto podía ser claro, argumenta Miller en un libro publicado recientemente (*), ya que la historia siempre conoció grandes mistificadores: Mesmer, que fascinó a Victor Hugo, Swedenborg, que fascinó a Balzac, Stalin, que persuadió a los franceses -y no sólo a los franceses- de que el comunismo existía.

Lacan de entrecasa
Miller se deja invadir por el recuerdo de su suegro. "Lo encontraba de madrugada en el estudio, a menudo despierto antes del amanecer, con el Littré, con Freud o con Aristóteles, o hablando por teléfono con uno u otro de su red de matemáticos, eruditos y bibliotecarios, acuciando a uno para que le aclarara un pasaje de la Tora, a otro para probar un nudo borromeano de última generación". "Cuando N* estaba allí, recurría a él desde el desayuno, indicándole con un dedo imperioso el teorema que había que explicar. El otro pedía terminar su taza y su tostada. ‘Tómese el tiempo que quiera, querido’, le decía Lacan con un gesto que desmentía hasta tal punto sus palabras, que el ilustre lógico (…) se sentía reducido a no ser más que un organismo animal obligado a tragar su pitanza matinal, esa actividad nutritiva estúpida que demoraba el progreso del discurso universal. La impaciencia de Lacan cortaba el apetito de los más hambrientos, que rápidamente se ponían a trabajar para este amo que sabía que iba a morir y que les enseñaba que no había que perder tiempo". (pp44).



Orígenes
Miller recuerda a Widlöcher –actual presidente de IPA- que se alejó de Lacan sin maldecirlo y a quien Miller le desea éxito en su gestión. Miller cuenta que Widlöcher le contó a Roudinesco –historiadora del psicoanálisis- una última entrevista con Lacan.
Habla Lacan:"-Casi todos ustedes son médicos, y nada puede hacerse con los médicos. Además, no son judíos, y cometí un error en contar con los no judíos. Todos ustedes tienen problemas con sus padres, por eso actúan juntos contra mí".

"Cuando leí este pasaje -recuerda Miller- pensé: Lacan vio en mí a aquel cuya llegada anunciaba a Widlöcher en el último adiós. Widlöcher lo abandonó a fines de 1963, yo llegué en enero de 1964, no médico, judío, hijo de mi padre. No solo no era médico sino que declaraba desde los cinco años que esa era la única profesión que nunca tendría. La medicina era el patrimonio de mi padre, y yo tenía por principio no disputarle nada de lo que fuera suyo, pero no dejarlo nunca invadir nada de lo que fuera mi teritorio" (p. 77).

"Judío. Sí, no se puede ser más que judío. Judío sin rito ni religión, judío con el corazón circunciso y la cabeza erguida, judío de la diáspora, judío sin otra familia que mi padre, mi madre, mi hermano, judío fiel; que tiene a la traición por horror, sujeto para siempre a la palabra dada; atado al libro y sabiendo leer, como es el rasgo inmemorial de los suyos; judío que arde por afrontar pruebas heroicamente y que demuestra, mientras tanto, los peores modales en sociedad cuando alguien se permite jugar al Poncio Pilato ante la verdad" (p77).

Miller se analizó con Charles Melman –según parece, un análisis accidentado, (¿como todo análisis?)- se formó como psicoanalista, y es editor (muy criticado) por las alternativas que llevan los seminarios del suegro para ser debidamente establecidos y editados.
Jacques Alain Miller procede de la filosofía y del trotskysmo, pero viró y se asentó en el psicoanálisis lacaniano, y…

"No me casé con su causa, sino con su hija. Lo que creí ser mi causa fue ’la causa del pueblo’. La conocí en el 68. Fuimos juntos, Judith y yo. Lacan fue amistoso, pero él votaba a de Gaulle. Le di el Libro Rojo, con el que entonces me deleitaba, lo leyó, y me hizo este único comentario, un comentario que me dejó estupefacto y que consideré limitado, mediocre…
’-Esto permite-me dijo-justificar todas las maniobras del Partido’ ". (p. 73).






El terrorista. El canalla.
Miller evoca el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York. Recuerda el poema del cuervo negro que ataca en picada a los gemelos Tararí y Tarará en Alicia a través del espejo. Las Torres Gemelas, the Twins, el Boeing que se abalanza sobre ellas. ¡Todo está allí!
Just then flew down a monstrous crow
As black as a tar-barrel

No hay personas mayores, decía Malraux, recuerda Miller. Las historias de los verdugos víctimas, son cuentos de hadas para grandes, sostiene. El hermano mayor de Lenin, aprendiz de terrorista… y sigue la lista; se pueden hacer listas interminables con los verdugos de corazones puros. Está el verdugo funcionario, como también está el verdugo terrorista, ese que solo se autoriza en sí mismo, como diría el otro, y que es un monaguillo, un santo de vidriera, un ángel ansioso por despojarse de su cuerpo.Anoréxicos. Angeles exterminadores. Fanáticos de la redención y de la muerte, como supo ver Nietzsche. Locos, no canallas. ¿Por qué el psicoanálisis no echa raíces en tierras del Islam? (Safouan ha dicho cosas palmarias sobre eso, pero Miller no las toma). Sería necesario que el psicoanálisis pudiera echar raíces en el Islam para desecar el goce mortífero del sacrificio, dice.

En cuanto a Stalin, continúa Miller, en él se encuentra el esplendor del canalla, ningún escrúpulo, ninguna decencia, ni una vacilación, ni una carencia en ser, hombre de acero intocable, encerrado sobre sí mismo, no un terrorista, de los que arriesgan su vida, aunque sí reclutó terroristas, organizó el Gran Terror, hizo padecer hambre a multitudes; él no poseía alteridad, ni sujección a nada, no se trataba de narcisismo, porque a Narciso le hace falta escena y el espectador.
Miller cita a Lacan: "el error de buena fe es entre todos el más imperdonable". "De nuestra posición de sujetos somos siempre responsables. Llamen a eso terrorismo donde quieran" (Escritos, p. 837).

La cólera de Miller
Todo comienza en el XL Congreso de la IPA, en julio de 1997, en Barcelona, cuando Horacio Echegoyen –de filiación kleiniana- presidente de la Internacional, recibe a Miller con toda amabilidad, lo abraza en el aula magna del Congreso, le comunica que está en su casa, y lo invita a comentar un caso clínico. Miller lo hace. Sus palabras son acogidas con interés y respeto. Miller queda pasmado, comprueba que la vieja casa cambió, que ya no es lo que era en tiempos de la "psicología del yo".

Gilbert Diatkine, analista de la Sociedad Psicoanalítica de París, informa del acontecimiento, cuatro años después del Congreso, en la Revista Francesa de Psicoanálisis. Diatkine dice que la presencia de Miller suscitó en el Congreso vivas reacciones, y no por divergencias teóricas, sino porque Miller es partidario de que "el analista sólo se autoriza en sí mismo", excusa para el ejercicio de "analistas salvajes". Diatkine se despacha contra el pase, método inventado por Lacan como método de selección de los analistas: afirma que éste no tiene ningún valor, y escribe además que de todo esto resultan riesgos para el público.

La réplica de Miller se hará en forma de cartas y llevará su caso ante el tribunal de una opinión pública que quizás exista todavía en Francia.

Una pequeña banda parisina afectada de supremacismo "agudo de prepotencia" es la responsable, sostiene Miller, una pequeña banda infatuada, incólume y soberbia. Sus representantes, dice Miller, son las dos asociaciones parisinas de la IPA: la SPP y la APF.

Rosenkrant y Guildenstern en París. El principio de Horacio.
El desgraciado incidente con Denis y Diatkine, -los dos analistas de la SPP, director y notero, respectivamente- que desde la revista de la Sociedad Psicoanalítica de París, se negaron a concederle derecho de réplica en su publicación oficial, fue el incidente, -¿minúsculo? ¿mayúsculo?- que determinó reacciones personales e institucionales impredictibles.

Miller recuerda a Spinoza cuando sostenía que la comparación es un modo de conocimiento inadecuado. Un hombre ciego no es menos que un hombre que ve, porque la privación es imaginaria. (Borges estaría de acuerdo). "Es la doctrina más hermosa del mundo", dice Miller. Y agrega: "Sin embargo, lo imaginario tiene efectos bien reales". Miller lo pensó también así: el vuelo de una mariposa puede iniciar una tormenta, una chispa encender una pradera, un insecto picar a un león y el león salta… por única vez.(¿Recuerdan a Freud?)

Nunca hubiera pensado, confiesa incrédulamente Miller, que el principio de Horacio le cambiaría la vida.

Miller recuerda el ostracismo encapsulado en que vivió impasible ante el fuego graneado que lo acosó desde bandos de tirios y troyanos: tiendas ipianas y tiendas lacanianas (pp-17).
En cuanto a Denis y Diatkine –también llamados "las dos D" o Rosenkrantz y Guildenstern por Miller- representan no solo a dos socios, sino también a la sociedad, más concretamente en este caso, a la Sociedad Psicoanalítica de París.

Miller sigue en esto a Goethe en su reflexión sobre el Hamlet shakespeareano: "Lo que son y lo que hacen Rosenkrantz y Guildenstern no puede ser representado por uno solo. En esos abordajes almibarados, esa soltura y docilidad, esas adulaciones y zalamerías, esos rodeos, esa vacuidad universal, esa franca picardía, esa incapacidad, ¿cómo expresar todo eso con un solo personaje? Ellos solo son algo en sociedad, ellos son la sociedad".

"El público espera de los psicoanalistas más sabiduría y más lucidez, menos altanería y fatuidad, y también el conocimiento y el respeto de la ley. Son las condiciones mínimas para que los psicoanalistas sean de bien público; de lo contrario, son nocivos", arguye Miller.

Historia "a dos pasos de la tierra más abyecta" (Shakespeare)
"La IPA durante mucho tiempo fue la única", continúa Miller. "Cree seguir siéndolo. Encontraba en la historia el fundamento de su legitimidad".

Esta tradición se perpetuó durante un siglo, superó la Primera Guerra Mundial, la Segunda, y no está cerca de extinguirse. Sobrevivió al éxito (…) sobrevive a lo que Christopher Bollas llama ‘el fracaso del psicoanálisis’; se mantiene firme pese a la falta de fe de muchos de sus miembros, como el mismo testimonio –depresivo- de Bollas lo reafirma (…)

"Hay que pensar que el espíritu del psicoanálisis tiene algo que ver en esto", puntualiza Miller (pp.168). (…) "La IPA duró para sí. Tiene la historia para sí. Quizá, de este modo, también tenga la historia contra ella." (pp.169).

La fundación de una tercera comunidad psicoanalítica con la que Miller sueña, no tiene que ver con la IPA, -que es una suerte de parlamento de naciones del psicoanálisis-. "Yo no podría, por mucho que me empeñara, en crear un equivalente de esta", dice Miller. (p.19).

La formación lacaniana es tanto más exitosa, recuerda Miller, cuanto que sus búsquedas no van por la vertiente de la formalidad ipiana. Miller troca en un texto de Valéry, la palabra "ciudades" por la palabra "instituciones" para hacerse entender. El fragmento queda así: "La historia es el producto más peligroso que haya elaborado la química del intelecto. Sus propiedades son bien conocidas. Hace soñar, enajena a los miembros de las asociaciones, le engendra falsos recuerdos, exagera sus reflejos, mantiene sus viejas heridas, los atormenta en su descanso, los conduce al delirio de grandeza o al de la persecución, y vuelve a las instituciones amargas, soberbias, insoportables y vanas".

Durante mucho tiempo la IPA pensó que era la totalidad del movimiento psicoanalítico, reflexiona Miller, y también durante mucho tiempo pudo creer que el movimiento psicoanalítico se resumía en ella sola. (La IPA) "expulsó a Lacan en 1963, y a sus alumnos, como Freud había expulsado a Jung, después de Adler". Cuando Freud decide crear la Asociación Internacional, lo hizo con este fundamento: "Debería haber algún lugar, Stelle, (Strachey traduce ‘cuartel general’), cuyo asunto fuera decir: "Todo este sinsentido, Unsinn, no tiene en absoluto que ver con el psicoanálisis; eso no es el psicoanálisis, das ist nicht die Psychoanalyse."

Justificaba esa creación con el destierro solemne (grösse Bann), del que el psicoanálisis había sido objeto por parte de la ciencia oficial. (…) "la investidura que hizo Freud de un sujeto supuesto saber colectivo instituyó en el psicoanálisis lo que solo merece el nombre de Iglesia", sostiene Miller (pp.170)

"La palabra Bann debía resonar en la historia del movimiento psicoanalítico hasta traer a los labios de Lacan, el 15 de enero de 1964, la palabra excomunión, que indica claramente lo que ocurrió.

La excomunión
Pero esto no terminó brutal y sanguinariamente a manos del judío Freud: Abraham redivivo degollando a Isaac.

Una mujer intrépida, genial, loca, desafió al monstruo edípico que salió muy armado del cerebro de Freud, sostiene Miller. Melanie Klein desafió a Freud, a Anna Freud, la hija de Freud. Klein sostuvo abiertamente la precocidad del Edipo, el carácter primordial de la imago del cuerpo materno, la persistencia de los objetos malos internos, el despedazamiento de la identificación original, el carácter originario de la primera formación del superyó. El primer kleiniano francés fue Jacques Lacan, sostiene Miller. "Los kleinianos estuvieron al borde de ser expulsados de la IPA"- recordó Horacio Echegoyen en la conversación que mantuvimos en 1996"-puntualiza Miller.(pp.172) Escaparon. La sociedad inglesa encontró en Melanie Klein con qué resistir al imperio germano austríaco. El peso que había adquirido el kleinismo en América latina hizo retroceder a los inquisidores.

"¿Por qué la IPA procedió, no obstante, en 1963 a la excomunión solemne, al grösse Bann de Jacques Lacan, psicoanalista de París?  "Una internacional del conocimiento analítico, en ancas de su omnipotencia lanzó sus rayos sobre el Lacan disidente, y lo excomulgó con gran despliegue en 1963, intentando colgarle la campanilla de los leprosos (p. 159). Cabe agregar que los kleinianos ayudaron", recuerda Miller (pp.173).

Miller imaginó de este modo la réplica que la IPA (personificada) dio a esta cuestión: "A falta de regular las opiniones, la doctrina, la doxa, me propuse regular la conducta, la práctica, la praxis. (…) no siendo más guardiana de la ortodoxia, me volví guardiana de la ortopraxia". (…) "Se volvió a entonar, un cuarto de siglo después del violento episodio kleiniano, el implacable canto freudiano:  
"Das ist nicht die Psychoanalyse!" (pp. 174-175). "La IPA poskleiniana encontró en otro lado el principio de su unidad: en el estándar." (…)

Es de preguntarse qué futuro le espera al estándar. Miller sostiene que pertenece a un mundo pasado. Sobrevive como recuerdo, mito, rito, en los practicantes formados en esos marcos, que no conocieron otra cosa, y que están inseguros de su capacidad para renovarse.

¿Una propuesta delirante?
El efecto llamado Zeigarnik en psicología (Escritos, p. 204) consiste en que las tareas inconclusas tienden a repetirse. Se hace da capo mientras el acorde no fue tocado simultáneamente.
Pero, sostiene Miller, es preciso dejar detrás el fárrago del siglo XX, y entrar en forma al siglo XXI.

En él ya nadie será marginado de la IPA. El desafío del futuro apunta a la cuestión de si los miembros de la IPA y los Lacanianos seguirán marchando cada cual por su lado.
"Mañana, ya hoy quizá, nuestra diferencia imperdonable no será nada, no es nada. (…) No les llamaré "¡Compañeros!". Somos los unhappy few, que llevamos, cada uno a su manera, la marca de Lacan..

El principio de Horacio es traído una y otra vez por Miller. ¿"Hay que sorprenderse, él se pregunta, de que sea un presidente kleiniano de la IPA, su primer presidente latinoamericano, quien primero haya arrojado públicamente al río el formulario freudiano de proscripción que desde 1963 afectaba a los Lacanianos?"

Dijo Echegoyen en esa ocasión: -"Ningún grupo puede arrogarse la representación total del psicoanálisis". Agregó: "Esto, principalmente, si se tiene en cuenta la influencia del pensamiento de Lacan". Y ahora desde la Asociación Psicoanalítica Mundial que preside, Miller se propone terminar de una buena vez en establecer los textos lacanianos, unificar el movimiento psicoanalítico internacional, cuyo pecado original es la fragmentación y quizás la incomunicación babélica. No le faltan agallas. Su aptitud de organizador denota una capacidad tentacular y monolítica, suave pero no exenta de firmeza, con visos de indemnidad a fáciles desfallecimientos.

"Solo ubico esta reunificación en el horizonte como una perspectiva última…
"Les anuncio que este Uno se hará, se rehará, ya se rehace ante los ojos de ustedes, que no saben ver". (…) "El Uno del que hablo es el Uno de la noche, el Uno del come-back, lleno de costurones, rasgado, desvencijado, desencantado, el Uno que se fracturó, despedazó, dispersó, y que vuelve rendido a anudarse a sí mismo, lleno de uso y razón, instruído y transformado por su atravesamiento de lo múltiple." (pp.164)

"Freud eligió la palabra Bewegung, el movimiento, calificado de psicoanalítico. La dinámica ilustra aquí en qué consiste realmente en el psicoanálisis la esquizia de la unidad y la totalidad. El movimiento quiere decir precisamente que el Uno del que se trata en el psicoanálisis no se deja atrapar por ningún todo, sino que lo desborda de manera incesante". pp. 166).

Coda
El libro de Miller abreva en las narraciones infantiles, o en la literatura de folletín, como si la historia, entre ellas la historia de las instituciones analíticas, tuvieran mucho del estilo de los novelones del siglo XIX, que aun en el siglo XXI perduran.
Miller echa mano a los mitos -él mismo se ve como Sísifo por su paciencia, quizás por su estoicismo de obsesivo- o a la tragedia isabelina con su corte de violentados, ya caídos en desgracia, ya muertos, o ya de otros, dados por muertos, y que de pronto resucitan y gozan de sorprendente salud.
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(*) "Cartas a la opinión ilustrada" Por Jacques Alain Miller. Buenos Aires, 2002. Paidós, 181 págs.

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